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En primer lugar, mi profunda gratitud al Señor por el maravilloso don que me ha hecho al participar, el pasado mes de septiembre, en el Mes de Renovación en Estrasburgo, una experiencia imborrable en mi vida.
Día tras día recorremos el camino de la vida de Emilia y de sus Diez Primeras Compañeras, yendo a las raíces del Carisma de Reparación con María. Los lugares de la casa de Estrasburgo me han llevado cada día más a «ver, tocar, sentir y saborear» la presencia de Emilia y de sus compañeras. Todo me llevó a percibir, en lo más profundo de mí misma, la llamada a renovar mi consagración al Señor en el seguimiento de Emilia, en querer vivir, con mayor autenticidad, lo que ella nos dejó como legado. Ha sido un camino de luz, alegría y gratitud por lo que, día a día, nos fue regalado por el equipo de preparación y conducción de la experiencia, con tanta dedicación y competencia.
La comunicación del testimonio personal de dos mujeres laicas, comprometidas en el campo del discernimiento ignaciano, también nos enriqueció aún más.
La profundización de las diversas etapas de la vida de María Jesús nos ha llevado a amar y a redescubrir, con nueva luz y belleza, el Carisma de la Reparación y su relevancia en el hoy de nuestro tiempo. Todo el programa del mes ha sido bien equilibrado y distribuido a lo largo de cada semana con momentos de anuncio, de reflexión, de oración, de celebraciones e intercambios en los grupos. Todo esto nos hizo tocar la belleza de estar juntas compartiendo el don recibido. La internacionalidad del grupo (Madagascar, Mauricio, México, Inglaterra e Italia) y la presencia de tres mujeres laicas asociadas, también ha sido positiva y enriquecedora.
Desde el principio, se creó un clima de familia y de profunda escucha recíproca en el intercambio de los contenidos y experiencias personales de la vida del carisma. También los días de descanso (paseos, visita al Parlamento Europeo, paseo turístico en barco por la ciudad de Estrasburgo), el conocimiento del arte local y, finalmente, dos peregrinaciones a Nuestra Señora de Marienthal y al Santuario de Sant’Odile, hicieron que toda la experiencia fuera agradable y gratificante.
Finalmente, en la mañana del 26, nos reunimos por última vez en el Oratorio en grupo, para dar gracias al Señor por todo el bien que habíamos recibido. Al final de la celebración, cada una tomó la lamparita, colocada al pie del altar, sobre las iniciales MR y se la entregaba a la hermana que estaba a su lado, acompañando el gesto con una oración de bendición, como un deseo y un envío para el futuro.